México D.F. Lunes 31 de mayo de 2004
Mano dura panista que ha desembocado en abusos contra jóvenes
detenidos
Los
separos de la procuraduría jalisciense, sucursal de la cárcel
de Abu Ghraib
Desde hace 48 horas están sin comer, sin dormir y son
constantemente golpeados
JAIME
AVILES ENVIADO
Guadalajara,
Jal., 30 de mayo. Desde hace 48 horas, al menos, la
Procuraduría General de Justicia del Estado de Jalisco (PGJEJ)
se ha convertido en una sucursal de la cárcel estadunidense de
Abu Ghraib, en Irak. ''Habrá mano dura contra los detenidos'',
anunció el sábado por la tarde el gobernador panista,
Francisco Ramírez Acuña, y al tenor de los estremecedores
testimonios que a continuación serán transcritos mano dura es
lo único que han tenido.
Desde el
viernes al oscurecer, cuando provocadores infiltrados en una
manifestación pacífica desataron la violencia en el centro de
esta ciudad, los 44 jóvenes consignados como presuntos
responsables de los hechos no han dejado de ser golpeados por
los agentes de la Policía Judicial en los separos de la PGJEJ,
en la avenida Independencia.
No han
comido ni bebido -algunos presentan signos de deshidratación-,
no se les ha permitido conciliar el sueño (al que se echa una
siesta lo despiertan a patadas), no han ejercido su derecho a
nombrar un abogado (a todos les impusieron un defensor de oficio)
y todos, sin excepción, fueron obligados a firmar bajo tortura
una declaración que los inculpa de los delitos de motín,
lesiones y daños en propiedad ajena.
Víctimas
del mismo maltrato han sido sus familiares, a quienes las
autoridades han obligado a peregrinar por las diversas agencias
del Ministerio Público en busca de información sobre los suyos;
hasta ahora, muy pocos han logrado entrevistarse personalmente
con sus detenidos y sólo durante tres minutos.
Lo que
sigue son las versiones de padres, madres y hermanos de Jaime
Daniel Vázquez Valdivia, Jearim Fernández Sagrado, Juan Manuel
Barrios González, Ricardo Medina Ramos, Ricardo Zuleta
Colmenero, Juan Manuel Flores Herrera, José Miguel González López,
Dagoberto Rivera Servín, Osvaldo Montes Ascencio, Daniel Olvera
Sule y Salvador Aranda Ramírez, 11 de un total de 44. Los 33
restantes no han sido visitados por sus parientes, porque no son
de esta ciudad.
En su
propia voz
María
del Rosario Ascencio, mamá de Ovaldo López Ascencio, de 16 años,
narra: ''Me dijo que lo agarraron de la mano izquierda y le
fracturaron los dedos anular y meñique. Tiene golpes en la
cabeza y en todo el cuerpo. No le han dado nada de comer y lo
obligaron a firmar una declaración sin verla''.
Toma la
palabra Daniel Vázquez, padre de Jaime Daniel Vázquez
Valdivia: ''A Jaime lo acaban de operar de las amígdalas y no
puede hablar, pero mire usted lo que me escribió -muestra una
hoja de cuaderno garrapateada-: me golpearon los antimotines
pero q'no diga nada pa q'me dejen salir''.
A
Dagoberto Rivera Servín, de 25 años, ''lo sacaron herido de la
Cruz Roja, lo arrastraron jalándolo de la cabeza y se lo
llevaron a los sótanos de la Seguridad Pública del estado'',
informa su papá, cuyo nombre se ha perdido en los apuntes.
El médico
Raúl Rojas Soriano vino a sacar a sus hijas Minerva y Sofía
Rojas Ruiz, así como al novio de una de ellas, Jearin Fernández
Sagrado. Las niñas fueron liberadas el sábado por la noche, al
igual que Norma Martínez Loustalot, amiga de ellas, con quien,
al igual que Daniel Olvera Sule, forman una batucada cuya función
es hacer música en las manifestaciones. Habla Norma y ratifica
lo publicado ayer por La Jornada: ''A todas las mujeres
nos desnudaron y nos pusieron a hacer sentadillas en un cuarto
de Seguridad Pública, pero de repente se abría la puerta y
entraban granaderos y judiciales. Nos rodeaban y nos decían, ya
sabrás, toda clase de groserías, sobre todo amenazaban con que
nos iban a violar. Eso fue de las 9 de la noche del viernes
hasta las 11 de la mañana del sábado. A esa hora nos avisaron
que nos iban a soltar y nos pasaron a un auditorio. Ahí nos
tuvieron seis horas más. Nos dejaron solas, pero a veces
entraban policías y nos decían que nos íbamos a morir''.
A Daniel
Olvera Sule, músico como ellas, lo consignaron porque llevaba
un palillo de aluminio para golpear su tambor. ''Dicen que es un
tubo y que lo usó para lastimar a los granaderos; no es cierto",
agrega Norma temblando y se esfuerza por no llorar. Interviene
el doctor Rojas Soriano: ''Jearin Fernández Sagrado, mi yerno,
vino a Guadalajara a vender mis libros. Acabo de verlo a través
de una ventanita. Me lo trajeron a golpes y empujones y prácticamente
no lo dejaron hablar. Apenas me dijo que no ha comido, no ha
dormido, lo obligaron a firmar algo sin verlo y le pegan todo el
tiempo. Y se lo volvieron a llevar a golpes''.
Leloue
y Liliana
El sábado
por la noche, procedentes de Guadalajara llegaron a la estación
migratoria de Iztapalapa ocho ciudadanos extranjeros: un vasco,
tres catalanes, una canadiense y tres estadunidenses. La
canadiense es Leloue Desperrier Roux, a quien este enviado
confundió ayer con la mexicana Liliana Galaviz, de Monterrey,
que se encuentra en los separos de la PGJEJ y tiene un
traumatismo craneano que, según los médicos de la Comisión
Estatal de Derechos Humanos de Jalisco, no pone en peligro su
vida.
Hoy por
la mañana, este enviado intentó comunicarse a la estación de
Iztapalapa con la ciudadana de origen catalán María del Mar
Domínguez para pedirle información acerca de su estado de
salud y de las vejaciones que pudiera haber sufrido. Pero en el
número indicado para llamarla, el 5426-3954, contestó un
funcionario de nombre Federico Díaz, quien tomó la bocina
saludando con una imitación de acento español.
Cuando el
reportero le pidió que repitiera su apellido y dijera su cargo,
se negó en forma altanera e insistente, por lo que el
periodista trató de encerrarlo en un sofisma inútil: ''Si no
tiene apellido entonces tampoco tiene usted madre''. A lo que
respondió: ''Esta conversación ha quedado grabada (¡!) y voy
a colgar. Clic''. De modo que al igual que los 44 detenidos aquí
en Guadalajara, los ocho extranjeros que fueron arrestados en
las redadas que los granaderos llevaron a cabo el viernes por la
noche también se encuentran incomunicados y se ignora por
completo su estado de salud, ya que tanto María del Mar como
Leloue Desperrier estuvieron en los sótanos de Seguridad Pública
del estado, donde las jóvenes mexicanas fueron desnudadas y
obligadas a hacer sentadillas bajo la mirada de los policías.
La
rabia de María Luisa
Doña María
Luisa Ramírez, madre de Salvador Aranda Ramírez, de 21 años,
es una hermosa ancianita de baja estatura y mirada dulce, que
desde el viernes por la noche no ha visto a su hijo. El muchacho
se fue por la tarde a estudiar en la preparatoria Lafayette y no
llegó a dormir. El sábado en la mañana su madre fue a todos
los hospitales de la Cruz Roja, pero nadie le supo decir. Oyó
en las noticias acerca del grupo que fue consignado ayer y
comenzó a peregrinar por las diversas oficinas de la PGJEJ,
hasta que esta mañana, a las puertas de las instalaciones de la
Calle 14, vio a su hijo caminando agachado entre una cuerda
de detenidos, mientras un judicial lo zarandeaba del cabello.
Se fue en
dos autobuses, porque es muy pobre, hasta los separos de la
calle Independencia. Allí confirmó que estaba Salvador, pero
antes de averiguarlo le exigieron que dijera el nombre del policía
que lo había arrestado, el número de la patrulla que lo
trasladó y otros datos innecesarios, porque el nombre de su
hijo estaba allí, en una computadora a la vuelta de una tecla.
Después le indicaron que regresara a la Calle 14 y solicitara
un permiso de visita, al agente del Ministerio Público. Se echó
a llorar.
Tuvieron
que venir sus hijas para auxiliarla en toda la tramitología y
por fin, esta noche, cerca de las 20 horas, consiguió que su
primogénita pudiera pasar a ver al muchacho. Este dijo que no
han cesado de golpearlo desde el viernes por la noche, que no ha
comido, no ha tomado agua, no le permiten dormir, lo obligaron a
firmar a ciegas y que le vuelven a pegar en todo el cuerpo
patadas y puñetazos cada vez que va al baño. Y como Salvador
es pelirrojo ha sufrido una particular forma de discriminación,
ya que le dicen que ''parece joto''.
-¿No le
han dado de comer en dos días? -preguntó doña María Luisa
retorciéndose las manos y estalló furiosa: ''¡Malditos! Me
dijeron que no me preocupara, que lo estaban atendiendo muy
bien. ¡Malditos desgraciados! ¿A quién puedo recurrir?''
Instrucciones
policiacas
Pero la
hermana de Salvador amplió el relato. El muchacho le platicó
que el viernes por la noche, al salir de la preparatoria
Lafayette en compañía de un amigo, encontraron muchos policías
en la calle y sintieron miedo. Así que se acercaron a un agente
y le preguntaron por dónde les convenía irse para no tener
problemas. El uniformado les indicó una calle. Se fueron los
dos estudiantes en esa dirección y pronto fueron rodeados por
los caballos de la policía montada que les cerraron el paso.
Allí comenzó su martirio.
Los
parientes de los demás familiares ratificaron a este enviado
que los suyos continúan recibiendo golpes, están deshidratados,
firmaron a ciegas, etcétera. Pero un periódico de esta ciudad
publicó hoy el testimonio del poeta Gustavo Adolfo Hernández,
mejor conocido como El Pato, quien el viernes por la
noche fue atrapado en una redada policiaca dentro del bar Lido.
Lo condujeron a Seguridad Pública y en el sótano lo acostaron
en el suelo, bocabajo, con otros 60 individuos.
''Después
de dos horas, un muchacho pidió permiso de ir al baño y como (yo)
estaba entumido, aproveché la ocasión para moverme. Al otro
muchacho lo llevaron al baño y después de orinar lo obligaron
a lavarse las manos dentro de un excusado. A mí me levantaron y
me pasaron de ida y vuelta entre dos filas de granaderos que me
golpearon a su antojo. Luego un tipo sacó una pistola, cortó
cartucho y me la puso frente a la nariz. A ti ya te cargó la
chingada, me dijo'', escribió Hernández, para agregar que a
las tres de la mañana lo dejaron en libertad y le ofrecieron
disculpas.
Quizá
porque es poeta y lo refrenda con sus lentes y su peinado
rastafari, Gustavo Adolfo tuvo la suerte de no haber sido
trasladado a la sucursal jaliscience de Abu Ghraib, la versión
panista del infierno.
Mexicanos y extranjeros narran excesos de la policía de
Guadalajara
Golpizas,
vejaciones y amenazas a los manifestantes detenidos en Jalisco
''Os habéis divertido, ¿verdad?'', se burla el cónsul de España
de sus connacionales presos
ALONSO
URRUTIA
Después
de la represión a la marcha de altermundistas efectuada en
Guadalajara, testimonios de los detenidos narran los excesos
policiacos: golpizas cuando ya estaban sometidos los
manifestantes dentro de las instalaciones de la Procuraduría de
Jalisco; personal civil identificado con paliacate, infiltrado
para completar la acción de los granaderos; vejaciones,
humillaciones y desnudamiento en los separos policiacos, así
como amenazas contra extranjeros y defeños, son la síntesis
del despliegue policiaco y los abusos cometidos.
Mar Rodríguez
Jurado, originaria de España y detenida cuando aparentemente ya
había terminado el enfrentamiento, deploró la ''ilegal y
arbitraria'' detención de que fue objeto. ''Estaba tomando
fotos de cómo golpeaban a un joven, cuando me señalaron y me
persiguieron. Hubo golpes para detenerme y luego me manosearon.''
Asegura que le dijeron ''te vas a chingar'', antes de que le
quitaran la cámara y la trasladaran a la Procuraduría General
de Justicia de Jalisco.
En breve
charla efectuada en la Estación Migratoria de Iztapalapa,
adonde fueron traslados los extranjeros detenidos con la
advertencia de que serán irremediablemente deportados, la
ciudadana española narra su experiencia en Guadalajara. ''Habíamos
como 70 personas en ese sitio, a 20 de los cuales que juzgaban más
radicales, creo los tenían sometidos y acostados en el suelo; a
veces los pateaban y los humillaban. Luego, entre risas,
preguntaban quién quería ir al baño; era una farsa, porque
cuando regresaban era obvio que los habían golpeado, que les
habían reventado los huevos''.
Rodríguez
asegura que nunca les dijeron ni las leyes ni sus derechos ni de
qué los acusaban. Sin comer ni beber durante horas, escuchaban
comentarios ofensivos y sarcásticos del personal policiaco.
Dice que los dejaron dormir muy poco y de repente llegó uno de
los detenidos, con una bolsa grande de basura que le cubría el
cuerpo y con la cabeza también cubierta. Lo llevaron para que
delatara a los dirigentes, narra.
''A los
extranjeros nos pasaron a otra oficina, donde nos tuvieron
parados contra la pared enmedio de comentarios humillantes.
Alguien se burló diciendo que por qué no nos habían podido
dar un tiro o por qué no tenían gas en lugar de aire
acondicionado.''
Luego los
trasladaron a las instalaciones migratorias. "Fue como
llegar al paraíso, después de cómo nos trataron. Nos dieron
de comer, de beber, se portaron amables, aunque nos
restringieron las llamadas. Yo digo que es algo así como la
farsa diplomacia después de cómo nos golpearon.''
En ese
lapso llegó el cónsul de España, ''pero sólo a burlarse de
nosotros. 'Os habeis divertido, ¿verdad?', nos dijo. Luego nos
dio a entender que lo mejor para nosotros era la deportación,
si no queríamos enfrentar un año de proceso, y si nos iba mal
otros años más para pagar los delitos. ¿O sea que en este país
no tenemos derecho a defendernos de lo que nos hicieron y contra
las acusaciones que se nos hacen?''
Recién
llegado de Guadalajara, con los golpes aún marcados en el
cuerpo, Gabriel Pérez, coordinador de Plataforma Mexicana
contra la Guerra, comenta su experiencia desde que fue detenido
varias calles atrás de la zona original de la confrontación,
hasta que fue liberado la madrugada del sábado.
''Había
consigna de golpearnos lo más que pudieran, desde que nos
agarraban hasta el traslado a la procuraduría.'' El fue molido
a golpes en el tórax, en los genitales y en las piernas. ''Ahí
nos iban pasando entre todos los policías y todos nos golpeaban.''
Tiene
otra certeza: en los separos de la procuraduría no había nadie
vestido de negro, de los que se supone que iniciaron la
confrontación. Lo que le hace suponer que fueron provocadores
infiltrados. Además, denuncia, entre los manifestantes había
algunos con paliacate, ''que luego supimos que eran policías de
civil, cuando sacaron los toletes y nos empezaron a golpear''.
Algo más
llamó su atención. ''La obsesión contra los defeños (llamados
despectivamente chilangos), y aún más contra los de la
UNAM''.
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