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* Amenazan y vigilan a miembros de la OIPMT, denuncian

Temen represión a sobrevivientes de El Charco; uno fue asesinado y otro preso

 * “En las comunidades mixtecas la gente vive con temor, camina por el monte, no por los caminos, se anda cuidando; no sabemos de dónde viene el problema, tememos que sea el mismo gobierno el que esté eliminando a los compañeros de la Organización”, dice el coordinador, Arturo Campos Herrera

 Maribel Gutiérrez, Ayutla * El asesinato del comisario de El Platanar en Ayutla de los Libres, Esteban Leobardo Epitacio, y el encarcelamiento Francisco Cristino Crecencio, de Ocote Amarillo, pueden ser acciones del gobierno para reprimir a los sobrevivientes de la masacre de El Charco, plantean dirigentes de la Organización Independiente de Pueblos Mixtecos Tlapanecos (OIPMT).

Además, ha seguido el hostigamiento contra otros dirigentes de la Organización, entre ellos el secretario, Antonio García Alvina.

“El gobierno anda investigando por qué andamos con la Organización”, dice el secretario.

Narra que el 5 de marzo se presentó a su casa, en la colonia Barrio Nuevo, de Ayutla, el policía judicial Vicente Alejandro Feliciano, que también es indígena y es originario de Ocote Amarillo, con otro policía judicial, y preguntaron por Antonio y por el comisario que asesinaron de El Platanar, que dónde estuvo el cadáver, que quién fue a recogerlo al hospital de Ayutla.

En la oficina de la Organización Independiente, en la cabecera municipal de Ayutla, el mismo día 5 de marzo, los policías judiciales Vicente Alejandro Feliciano y Ricardo Muñoz Santos fueron a preguntar por todos los intergantes del Comité de dirección.

Después, el 8 de marzo, los vecinos de Antonio vieron gente extraña rondando la casa, y a las 2:30 llegaron dos hombres con armas largas y la cara tapada, probablemente los mismos judiciales.

Los dirigentes de la Organización tienen temor, porque recordaron que en enero de este año el judicial Vicente Alejandro amenazó a Antonio: “A uno por uno lo vamos a desaparecer”.

El asesinato del comisario de El Platanar

Esteban Lebardo Epitacio fue sobreviviente de la masacre de El Charco, y estuvo en prisión dos años, acusado de rebelión y conspiración, sólo porque asistió a la reunión de indígenas el 6 de junio de 1998, en la escuela de El Charco, que fueron atacados por militares que mataron a 11 personas.

Esteban fue arrestado cuando llegaron los militares, y puesto en libertad al siguiente día, pero el 20 de agosto del mismo año, cuando con otros tres indígenas fue al juzgado a declarar en favor de seis presos, fue también hecho prisionero. Parecía una trampa contra los sobrevivientes: los citaron a declarar en el Juzgado, y ahí mismo fueron detenidos.

Durante el proceso a que fue sometido sostuvo que estaba en El Charco en una reunión para buscar el beneficio de las comunidades indígenas, y acusó a los jefes militares y a los soldados de haber ordenado y perpetrado la masacre y las ejecuciones de varios de los indígenas.

Esteban quedó en libertad, pero siguió la persecución y vigilancia contra él, igual que contra los otros sobrevivientes, que con frecuencia denuncian que efectivos del Ejército y presuntos agentes de inteligencia preguntan por ellos en las comunidades.

Después fue comisario de su pueblo, El Platanar, y el 19 de enero de este 2003, cuando concluyó sus funciones en el cargo, fue asesinado en una emboscada con armas de alto poder.

Ese día bajó a Ayutla para participar en el cambio de comisario, y de regreso a su pueblo fue emboscado en el camino. Iba con su hijo, un niño, quien lo ayudó para llegar a su casa, y de ahí lo llevaron al hospital de Ayutla, donde murió.

El coordinador de la Organización, Arturo Campos Herrera, dice: “Tememos que sea el mismo gobierno el que esté eliminando a los sobrevivientes, igual que a otros compañeros de la Organizacioón”. Recuerda que tienen ya una lista de 10 dirigentes ejecutados en condiciones similares.

Hay temor en las comunidades mixtecas, especialmente entre los sobrevivientes de la masacre de El Charco. En El Platanar la gente vive con miedo, camina por el monte, no por los caminos, y se anda cuidando, pero no saben por dónde viene el problema, dice el dirigente. Es el caso de Alfonso Oliva Morales, también sobreviviente, vecino de El Platanar, que teme por su vida y por eso no baja a Ayutla.

“A los sobrevivientes de El Charco los siguen, los vigilan, preguntan por ellos”, informa Arturo Campos.

Dice que después del asesinato de Esteban Leobardo Epitacio han venido policías judiciales a preguntar por qué prestaron la oficina de la Organización para que estuviera aquí dos horas el cuerpo mientras conseguían un carro para llevarlo a El Platanar, y finalmente se lo llevaron en una patrulla de la Policía Municipal, porque temían otra emboscada.

Mixtecos presos en la Tierra Caliente porque no se pueden defender en español

Otro sobreviviente de El Charco es Francisco Crsitino Crecencio, que cuando ocurrió la masacre, el 7 de junio de 1998, tenía 14 años, fue herido en un brazo en ese ataque del Ejército, y estuvo recluido en el Consejo Tutelar para menores en Chilpancingo, y liberado meses después. Ahora, desde el 2 de febrero de este año está preso en Coyuca de Catalán, acusado de homicidio, con otros dos indígenas mixtecos.

El secretario de la Organización, Antonio García Alvina, se trasladó de Ayutla a Coyuca de Catalán, y los tres presos mixtecos le dijeron que no cometieron el asesinato del que están acusados.

Le informaron lo que pasó, y afirman que no pudieron defenderse de las acusaciones falsas porque no tuvieron un traductor que hablara su idioma mixteco y ellos no pueden defenderse en español.

En el caso de Francisco Cristino Crecencio, por la represión que vivió tras la masacre de El Charco, y la persecución constante a los sobrevivientes, los dirigentes de la Organización temen que ahora las autoridades policiacas traten de vincularlo con algún grupo guerrillero como el Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI).

El secretario de la Organización, Antonio García Alvina, informa que los detenidos en Coyuca de Catalán son José Alejandro Bacilio y Ceferino Alejandro Catarino, de El Paraíso, y Francisco Cristino Crecencio, de Ocote Amarillo.

Los tres y dos menores que los acompañaban cuando fueron detenidos, se trasladaron de la región mixteca de Ayutla a la Tierra Caliente los primeros días de este año, a trabajar en una empacadora de melón.

Estaban trabajando en una empresa melonera en La Bajada, municipio de Coyuca de Catalán, donde les pagaban 65 o 70 pesos diarios, que no les alcanzaban para sus necesidades y enviar dinero a su familia, y por eso decidieron buscar otro trabajo donde les pagaran más.

El 2 de febrero hubo un muerto en ese lugar, cerca del río: Benito Ramírez, de 16 años, también de la región mixteca de Ayutla, de la comunidad de Ocotlán, que fue muerto de 15 puñaladas y ahogado en el río Balsas.

El mismo día, los cinco mixtecos que habían decidido buscar otro trabajo iban caminando cerca de ahí, tratando de salirse de la empresa de La Bajada.

Llegaron policías judiciales, que al verlos sospecharon de ellos, porque parecía que iban huyendo. Los cinco mixtecos no entendieron lo que les decían en español, y a todo dijeron que sí.

“Los policías inventaron una historia de venganzas entre indígenas, que los compañeros no entendieron. Cuando un mixteco no entiende a cada frase responde que sí, y eso les pasó a los compañeros”, explica Arturo Campos, y concluye: “Los compañeros están en la cárcel porque no saben defenderse con palabras en español”.


El menor de los sobrevivientes de El Charco, ahora en la cárcel

 Francisco Cristino Crecencio, originario de la comunidad de Ocote Amarillo, en la región mixteca de Ayutla, vivió en 1998 la represión, sólo porque el 6 de junio estuvo presente en El Charco, en una reunión de indígenas de varias comunidades para mejorar sus condiciones de vida, a la que llegaron guerrilleros del ERPI que se quedaron a dormir con los indígenas en la escuela, y fueron atacados por tropas del Ejército.

Los militares que rindieron el informe sobre los hechos de la madrugada del 7 de junio de 1998 en El Charco, acusaron a este niño (entonces de 14 años) de haber participado en el enfrentamiento con el Ejército, disparando un fusil AK-47, cuerno de chivo. Decían que este niño no se rindió, y que sólo dejó de disparar cuando cayó herido en un brazo.

En realidad, era una historia fabricada con fines represivos, pues es imposible que los militares supieran con precisión lo que supuestamente estaba haciendo Francisco, si los hechos ocurrieron antes del amanecer y todavía estaba oscuro.

Herido de bala en un brazo, Francisco Cristino Crecencio fue trasladado al hospital de la marina armada en Acapulco, donde estuvo como detenido. Apenas comenzó a recuperarse, y sin haber sanado totalmente, fue trasladado al Consejo Tutelar para menores infractores de Chilpancingo.

Fue permanentemente hostigado en el Consejo Tutelar y sometido a un régimen de reclusión plagado de irregularidades. En un principio no se le dio la atención médica necesaria para que recuperara el movimiento del brazo herido, fue sometido a interrogatorios, y se le impedía recibir visitas, incluso de su padre.

Este 2 de febrero de 2003, fue detenido en Coyuca de Catalán, en la Tierra Caliente, con otros dos mixtecos. Los tres están acusados del homicidio de otro indígena, que ese día fue asesinado a navajazos y arrojado al río Balsas.

Está encarcelado lejos de su familia, a muchas horas de distancia de su pueblo, Ocote Amarillo, de donde salió con otros mixtecos, a buscar trabajo como jornalero a las empresas que empacan melón para exportar, en un medio totalmente extraño donde sólo se habla un idioma que los mixtecos no entienden.

Un policía judicial le dijo a Francisco que su situación es difícil, porque ya tenía antecedentes de guerrillero del ERPI, informó el coordinador de la Organización Independiente de Pueblos Mixtecos Tlapanecos, Arturo Campos Herrera.

“No queremos que con el pretexto de un asesinato en la Tierra Caliente traten de confundir las cosas para involucrar a Francisco con grupos armados, sólo porque estuvo en El Charco”, dice Campos Herrera.

Explica que muchos niños mixtecos van a las reuniones de los adultos solamente a escuchar, pero eso no significa que se les pueda involucrar en algo, y ese fue el caso del menor de los sobrevivientes de El Charco. (Maribel Gutiérrez)