* El
comienzo de la persecución a los Bautista
Mujeres
y niños de Banco Nuevo temen que
los soldados regresen a detenerlos
*
Hace cuatro años, las familias de los ecologistas Jesús y
Servando Bautista Fuerte tuvieron que abandonar sus casas y
refugiarse en el monte, porque los militares amenazaron con
llevarse a todos detenidos si no se iban * “Cuando vienen
los militares tengo miedo porque pienso que se van a llevar a
mi papá”, dice el niño Cristóbal Bautista
Maribel
Gutiérrez Moreno, Banco Nuevo, sierra de Petatlán (Segunda
parte) * El 2 de febrero de 1999 efectivos del Ejército
entraron a las casas de Jesús y Servando Bautista Fuerte, de
los fundadores de la Organización Ecologista de la Sierra de
Petatlán y Coyuca de Catalán. Los buscaban para detenerlos
porque, dicen que en ese año, para el Ejército decir
ecologista era como decir terrorista.
No
los encontraron. En las casas sólo estaban las mujeres y los
niños, quienes recibieron las amenazas: Si no se van, vamos a
regresar y nos vamos a llevar a todos detenidos.
También
estaban dos trabajadores que cuidaban los terrenos de los
Bautista, y a ellos se los llevaron y los encarcelaron, a uno
durante un mes a otro un año.
Jesús
y Servando ya habían recibido las advertencias de que los
soldados los buscaban para detenerlos. Por eso, en esos días
se alejaron de sus casas, se escondieron en los montes. Eran
los primeros días de la persecución que no ha parado en
cuatro años, con frecuentes incursiones de tropas; la más
reciente el 2 de abril de este año.
Los
soldados no encontraron a los Bautista, ni hallaron en el
cateo a sus casas algo con lo que pudieran ausarlos de algún
delito. De cualquier forma, les inventaron posesión de
drogas, y los acusaron de delitos contra la salud.
Jesús
y Servando Bautista Fuerte, sobrinos del presidente de la
Organización Ecologista de la Sierra de Petatlán y Coyuca de
Catalán, Juan Bautista Valle, tienen orden de aprehensión
por delitos contra la salud.
Fue
parte de los golpes más fuertes contra los campesinos
ecologistas. En 1999 arreció la persecución del Ejército a
los defensores de los bosques en la sierra de Petatlán y
Coyuca de Catalán.
Ese
año, el 2 de mayo, en la comunidad de Pizotla, sierra de
Ajuchitlán del Progreso, soldados del Ejército arrestaron y
torturaron a los campesinos ecologistas Rodolfo Montiel y
Teodoro Cabrera y en la misma incursión, que anunciaron como
una acción contra “ecologistas guerrilleros”, mataron al
campesino Bartolo o Salomé Sánchez Ortiz.
También
hubo persecución a campesinos en El Cirián, donde los
soldados mataron al niño Alejadro Chávez Rubí, de 14 años,
el 7 de mayo, y torturaron a mujeres y niñas.
Por
la misma persecución, que ha continuado, las familias de los
Bautista no habían dado a conocer lo que pasó el 2 de
febrero de 1999, la primera vez que entraron soldados a sus
casas a buscar a los ecologistas.
Los
soldados obligaron a la familia a irse al monte
Margarita
Galván, de 34 años, esposa de Servando Bautista Fuerte,
cuenta que cuando empezó la persecución se fue Servando, y
ella se quedó sola con cinco hijos pequeños y unos
trabajadores que cuidaban los potreros.
“El
2 de febrero de 1999 llegaron los militares, corriendo. Estaba
Fidel, un muchacho, cuidandero de aquí, andaban agarrando los
becerreos, y a él lo agarraron y se lo llevaron. Luego
agarraron a otro señor.
“Luego,
unos se quedaron rodeando la casa y otros se metieron a la
casa. Se brincaron el alambre y lo reventaron. Entraron
corriendo, esculcaron todo. Tomaron agua de las ollas.
Preguntaban por los señores, traían sus nombres, pero ellos
no estaban, y por eso agarraron a los cuidanderos.
“Nos
dijeron que nos iban a llevar a nosotros si no nos íbamos.
“Los
soldados llegaron como a as 6 de la tarde y se fueron a las 7.
Nosotros preparamos algunas cosas, y algo de comida, y nos
fuimos. Yo tenía 5 niños,
todos estaban chiquitos, y estaba embarazada tenía
como seis meses, y así nos fuimos en la noche, caminando en
el monte, porque nos dijeron que iban a regresar y que nos
iban a agarrar si nos encontraban aquí.
“Caminamos
toda la noche, mi concuña la esposa de Chuchi, ella con su niño
ciego cargándolo y la señora Dionicia, la esposa de Juan
Bautista, con un niño chico. Eramos tres mujeres con ocho niños.
“Nos
fuimos como a las 10 de la noche y llegamos al río como a las
3 de la mañana. Encontramos una casita vieja, nos dormíamos
en el suelo, hay muchos alacranes y los niños lloraban.
Regresamos a los 15 días, con miedo de que regresaran los
soldados”.
Un
niño escondido bajo una mesa
El
niño Cristóbal Bautista Galván, de 8 años, hijo de
Margarita y de Servando, tenía 4 años cuando entreron los
militares a su casa. Ahora platica lo que vio.
“Yo
estaba en la cocina cuando entraron (los soldados) y me metí
abajo de una mesa y ellos se metieron a tomar agua. Y desde ahí
los estaba viendo, no hacía ruido. Ellos no sabían que ahí
estaba yo, y un soldado dijo que ahí estaba uno abajo de la
mesa.
“Cuando
me vieron tuve que salir. Me dijeron que me metiera al cuarto,
con mi mamá y mis hermanos.
“Ese
día me metí abajo de la mesa porque pensaba que me iban a
llevar. Cuando vienen los militares tengo miedo porque pienso
que se van a llevar a mi papá”.
Le
apuntaron con los rifles para que les abriera la puerta
Yolanda
Cabrera, de 40 años, esposa de Jesús Bautista, dice que el 2
de febrero de 1999 los soldados llegaron a su casa preguntando
por su esposo.
“Se
metieron a catear la casa, nomás preguntaban por él, pero no
lo encontraron.
“Querían
que les abriera la puerta. Yo no los quería dejar entrar,
entonces me dijeron que me iban a llevar si no les abría la
puerta, hasta que fue el mayor entonces les abrí a la fuerza
porque ellos me obligaron, andaban nomás con los rifles apuntándonos
a los niños y a mí, y dijeron que si no no les abría la
puerta que nos iban a llevar, a mí y a mis niños.
“Se
metieron, esculcaron todo y se fueron, dejaron todos los
cartores regados, la ropa toda alborotada. No encontraron
nada”.
“Dijeron
que iban a regresar, y que si nos encontraban nos iban a
llevar. Por eso nos fuimos al río, estuvimos viviendo en una
casa vieja. Nos regresamos a los 15 días porque los niños
lloraban, se desesperaban.
“Después
de eso regresaron en febrero de 2000.
“Ahora
que estuvieron en Banco Nuevo nomás está uno con miedo de a
qué hora vienen. Siempre está uno con miedo de que se los
lleven a ellos. Ya nomás oye uno mentar los guachos y ya está
uno con miedo.
“Mi
esposo no tiene culpa de nada, todo es por la lucha
ecologista. Yo sí estoy de acuerdo con la lucha ecologista,
pero no puedo colaborar mucho porque tengo que estar cuidando
al niño que no ve. A pesar de todo el sacrificio, de tanto
miedo, sí ha valido la pena, a ver si nos sirve de algo
cuidar los bosques”.