* Soldados en
Barranca Tecoani buscan un acuerdo
Presionan
militares para que una indígena
violada retire la denuncia
*
“No queremos llegar a ningún arreglo; sólo queremos que se
haga justicia porque la comunidad no está de acuerdo en que los
soldados violen a sus hijas y a sus mujeres, y que al rato
regresen a querer platicar y querer llegar a un acuerdo”, dice
Fortunato Prisciliano Sierra
Maribel
Gutiérrez, Ayutla de los Libres (Primera parte) * Tropas del 48
Batallón de Infantería del Ejército estuvieron en poblados de
la región me’phaa (tlapaneca) de este municipio durante los
últimos diez días, informaron miembros de la Organización de
Pueblos Indígenas Tlapanecos (Kambaxo Xuaji Guini Me’phaa). A
su llegada a Barranca Tecoani los militares buscaban que una
joven violada por soldados hace un año, Inés Fernández
Ortega, retirara la denuncia que presentó contra los soldados
violadores.
Cuando
tropas del Ejército llegaron a la región, el jueves 16 de
enero, a bordo de dos camiones con 22 efectivos, buscaron al
esposo de la indígena violada, Fortunato Prisciliano Sierra.
Cuatro
soldados se presentaron en la puerta de su casa, y los demás
esperaban alrededor. Los 22 militares portaban armas largas, en
el uniforme tenían el escudo del 48 Batallón de Infantería,
que tiene su cuartel en Cruz Grande, en la región de la Costa
Chica, y el que iba al frente tenía en la camisola el apellido
Gallardo.
Fortunato
Prisciliano informó, en la oficina de su organización en
Ayutla, lo que habló con los militares.
–¿Tú
tuviste un problema hace un año y pusiste una denuncia?
–preguntó el militar que iba al frente.
–Sí
–dijo Fortunato, en referencia a la denuncia que él y su
esposa presentaron contra soldados del Ejército que el 22 de
marzo de 2002 entraron a la comunidad, violaron a Inés, y
robaron comida y objetos, entre otros una bomba aspersora de la
casa de Jesús García Soto.
–Venimos
a levantar unas actas para que termine el poblema de hace un año,
de una vez, para que se termine el asunto y no siga el problema.
Queremos que Inés declare otra vez lo que pasó hace un año,
para que se arregle el problema.
Fortunato
les dijo que no, que no puede declarar si no está su abogado
(del Centro de Derechos Humanos de La Monmtaña Tlachinollan), o
en la oficina de la Organización de Pueblos Indígenas
Me’phaa, en Ayutla.
El
militar propuso ir con el comisario para levantar el acta.
Insistía en que de una vez se arreglara el problema, “para
que se termine ese asunto, que ya no siga más”.
Dice
que el soldado le estuvo insistiendo, presionando, repitiendo la
propuesta, casi media hora le estuvieron rogando para que
declarara Inés, para que aceptaran platicar, que dejaran ya ese
problema que tienen ellos, que ya se pusieran de acuerdo.
Fortunato,
que habla poco español, les dijo: “No estoy de acuerdo en
levantar unas actas”.
Los
22 soldados se fueron de la casa de Inés y Fortunato hacia el
centro de Barranca Tecoani, y pusieron su campamento al lado de
la comisaría, el 16 de enero, y el 17 acudió una comisión del
pueblo a pedirles que salieran.
A
Fortunato le extraña que los militares hayan ido para buscar
que se termine el problema, cuando a los agraviados no les han
dado información de sus denuncias en la agencia del Ministerio
Público de Ayutla, y tienen evidencias de que la autoridad que
debe investigar el delito denunciado, y las autoridades del
hospital de Ayutla donde le hicieron los exámenes a la joven
violada, han ecubierto a los militares que cometieron ese
delito.
Desde
el 22 de marzo de 2002, Inés y Fortunato han declarado varias
veces ante las autoridades para denunciar la violación. Lo
hicieron en la agencia del Ministerio Público de Ayutla, y ante
visitadores de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos
de Guerrero (Codehum) y de la Comisión Nacional de Derechos
Humanos (CNDH). Después ratificó la denuncia en el MP de
Ayutla, y los llamaron a comparecer a la agencia del Ministerio
Público Militar, el el cuartel de la 35 Zona Militar en
Chilpancingo, pero ahí no se presentaron porque su denuncia no
corresponde al fuero militar, y por eso los agraviados no
presentaron la demanda ante las autoridades militares.
Con
ayuda de una traductora de la Organización, Olitia Eugenio
Manuel, Fortunato explica que en el hospital de Ayutla no les
han informado hasta la fecha el resultado de los exámenes que
se practicaron a su esposa Inés para comprobar que fue violada,
y en el MP no le han informado de los avances de las
investigaciones.
El
coordinador de la Organización Independiente de Pueblos
Mixtecos Tlapanecos (a la que pertenece la Organización de
Pueblos Indígenas Tlapanecos), Arturo Campos Herrera, explica:
“La idea que tenemos es que la Secretaría de Salud y el MP
encubren a los soldados. Hemos insistido en que nos den a
conocer el resultado de las pruebas que le hicieron a Inés,
pero no nos dan nada; ya vinieron los abogados de Tlachinollan
pero tampoco a ellos les informaron ni en el MP ni en el
hospital”.
Y
sobre las pláticas y el arreglo que el 16 de enero buscaban los
militares, Fortunato Prisciliano Sierra plantea su posición,
que es la de la comunidad Barranca Tecoani: “No queremos
llegar a ningún arreglo; sólo queremos que se haga justicia,
porque la comunidad no está de acuerdo en que violen a sus
hijas y a sus mujeres, y que al rato regresen los soldados a
querer platicar y a buscar un acuerdo”.
Dos
días después, los soldados insistieron en el arreglo con Inés
y Fortunato, cuando una comisión del pueblo fue el 18 de enero
a un campamento que establecieron los militares para pedirles
que se retiraran.
Con
otras mujeres, Inés Fernández iba al frente de los pobladores
inconformes con la presencia del Ejército en Barranca Tecoani,
y cuando les reclamó por qué entran a los pueblos a violar a
las mujeres, el militar que estaba al frente del campamento le
dijo que a los soldados que la violaron el año pasado “ya los
están castigando”.
También
le dijo que el domingo 19 de enero iban a ir a la comunidad un
agente del MP militar, uno federal y uno del estado, procedentes
de Chilpancingo, para negociar con ellos y que dijeran qué
quieren.
Los
habitantes de Barranca Tecuani y de otras comunidades me’phaa
de esa área estuvieron esperando ese domingo en la comisaría,
pero los funcionarios no llegaron.
En
cambio, ese día bajaron dos helicópteros del 48 Batallón y
llegaron por tierra más de 200 soldados en 15 camiones, que
pusieron un campamento en el crucero de Yerbasanta, a unos 3 kilómetros
del centro de la comunidad. Ahí estuvieron una semana, hasta el
domingo 26 de enero.
Por
medio de su organización, los habitantes se quejan de
atropellos que en una semana cometieron los soldados, y
denunciaron: “Los guachos no dejan pasar a la gente, y la
gente tiene miedo”.
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