Gilberto
López y Rivas
¡Presos
políticos y de conciencia, libertad!
El
gobierno foxista no sólo no llevó a cabo las reformas del
Poder Judicial incluidas en la ya olvidada transición
democrática, sino que la corrupción, inoperancia y manejo
faccioso de la ley sitúan a la actual administración de
justicia en México en las peores condiciones que se tiene
memoria del régimen de partido de Estado. En este tema,
como en muchos otros, el doble lenguaje y la incongruencia
entre los discursos y la realidad constituyen una de las
características distintivas del "gobierno del cambio".
Este
diagnóstico queda demostrado con la sobrevivencia de un
lastre nacional que se arrastra desde los años sesenta: la
existencia de numerosos presos políticos recluidos en las
mazmorras penitenciarias que el gobierno federal mantiene
como centros de castigos inhumanos e infamantes. Purgando
largas condenas se encuentran los militantes de los
distintos grupos armados revolucionarios y también quienes
fueron asociados sin pruebas con acciones que el Estado
considera "terroristas".
Tal
es el caso de los hermanos Alejandro, Héctor y Antonio
Cerezo Contreras, así como del indígena náhuatl Pablo
Alvarado Flores, cautivos desde hace dos años y nueve meses
y mantenidos ilegalmente desde entonces en el penal federal
de La Palma, Almoloya de Juárez, en el estado de México,
donde las condiciones carcelarias son un atentado contra los
derechos humanos y se utiliza la siquiatría como
instrumento adicional de castigo y manipulación mental.
Fueron
detenidos ilegalmente a raíz de los atentados en sucursales
de Banamex el 8 de agosto de 2001. Participó en su captura,
de manera inconstitucional, el Ejército federal y fueron
sometidos a crueles torturas físicas y sicológicas (bolsas
de plástico en la cabeza, golpes en diversas partes del
cuerpo, jalones de cabello, amenazas de muerte, que incluían
a la familia; intimidación de violación y castración,
mientras permanecían vendados y esposados), todo lo cual
irrespetó sus garantías individuales y los derechos
amparados en la Constitución, así como en las convenciones
y tratados internacionales firmados y ratificados por México.
Se
les impuso un proceso judicial amañado que no demostró que
los inculpados participaron en los atentados. Aún más: en
total incoherencia jurídica se exoneró a estos jóvenes de
cuatro de los siete delitos por los cuales inicialmente
fueron acusados, entre ellos los de posesión de armas de
fuego, cartuchos y artificios, daño en propiedad ajena y
terrorismo, que según las autoridades judiciales se
relacionaban con las explosiones que justifican la detención,
pero inexplicablemente se mantiene el de "delincuencia
organizada".
Los
detenidos no ocultan sus ideas revolucionarias, pero niegan
haber participado en los hechos referidos. Incluso, en un
esfuerzo por mantenerse activos y combatiendo al Estado
opresor, aun en cautiverio, mantienen una modesta, pero
digna revista, llamada Revuelta, en la que escriben
artículos que analizan la situación nacional, en uno de
los cuales podemos leer, entre otros temas, un diagnóstico
sobre la guerra sucia del foxismo: "Estamos ante
un fenómeno que intenta doblegar por temor a aquellos que
no estamos dispuestos a quedarnos pasivos ante la injusticia,
la tortura, la existencia de presos políticos y de
conciencia, la apropiación por parte de las trasnacionales
de nuestros recursos naturales y humanos a precios
irrisorios, la miseria, el hambre, los asesinatos en Ciudad
Juárez" (Francisco Cerezo Contreras, "Acerca de
la guerra de baja intensidad", Revuelta, año 2,
número 5, febrero-mayo de 2004).
El
panismo hecho gobierno ha demostrado que no es el "bien
común" precisamente lo que fundamenta su práctica
cotidiana, sino la represión brutal que en días pasados se
llevó a cabo en Jalisco, la complicidad con el narcotráfico
y la persecución a la protesta pública en Morelos, la
impunidad de personajes como Diego Fernández de Cevallos,
quien al amparo de su curul hace negocios millonarios y
maquina conspiraciones contra el Gobierno del Distrito
Federal, la violación permanente al estado de derecho por
Vicente Fox y su esposa, en connivencia con el peor entre
los pésimos procuradores generales de la República, quien
utiliza la institución a su cargo como instrumento político
y de persecución de los opositores. En los comentarios del
"hombre de la calle" se escucha que si el gobierno
de Fox y sus allegados son capaces de montar un complot político,
jurídico y mediático en contra del jefe de Gobierno de la
capital, ¿qué puede esperar un militante de las
organizaciones políticas que por diversos medios
manifiestan su inconformidad ante el desgobierno actual?
La
primera ocasión que participé en una manifestación pública
en los inicios de los sesenta, la consigna más reiterada
era "libertad a los presos políticos". Cuarenta años
después debemos asumir que mientras exista un preso político
en México, todos somos responsables por su liberación.
"La libertad de los presos no es sólo un deseo, es un
compromiso con nosotros mismos, con nuestro presente, con
nuestro futuro, sin olvidar el pasado que nos alimenta. La
lucha por la libertad es hoy y siempre." (Revuelta).
¡Presos
políticos y de conciencia, libertad!
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¡LIBERTAD PRESOS POLITICOS Y DE CONCIENCIA!
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