* Juicios
amañados, con testigos falsos, sin pruebas
En
una acción militar contra el ERPI arrestaron a dos de Monte
Grande
*
Los jueces sólo han hecho caso de lo que dicen los Montúfar,
afirman desde la cárcel de Coyuca de Catalán * Los tres, que
se consideran presos de conciencia, dicen que están en la cárcel
porque no se sometieron a una familia poderosa apoyada por el
gobierno
Maribel
Gutiérrez, Coyuca de
Catalán * Una operación militar y policiaca con un amplio
despliegue de efectivos, el 25 de julio de 1998, contra el Ejército
Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) fue aprovechada para
arrestar a dos ciudadanos de Monte Grande, acusados por los Montúfar
de El Pozo de una emboscada en diciembre de 1997, en la que
murieron tres miembros de esa familia.
Había
pasado la masacre de El Charco, municipio de Ayutla de los
Libres, el 7 de junio, y en respuesta, el 22 de junio comandos
del ERPI atacaron un convoy militar en la carretera que va de la
Tierra Caliente a la Costa Grande, de ciudad Altamirano a
Zihuatanejo. En el ataque en el caserío El Pantano, cerca de El
Pinzán Morado, que el ERPI reivindicó, hubo tres soldados
muertos y tres heridos.
El
gobierno respondió con una intensa operación militar y
policiaca de búsqueda de presuntos guerrilleros en las
comunidades vecinas. Esa operación llegó a Monte Grande, de
donde se llevaron a dos campesinos.
Uno
de los detenidos, Estanislao Gutiérrez, tenía orden de
aprehensión, pero no el otro, Custodio Gómez Salvador, hombre
de edad mayor, de 76 años, que ni siquiera aparecía entre los
acusados. Los dos fueron condenados a 38 años de cárcel, y esa
sentencia fue anulada por el tribunal porque no se apegó a la
legalidad, y se van a reponer algunas diligencias y pruebas que
faltaron para que se dicte una nueva sentencia.
El
tercero de los presos de Monte Grande, Aurelio Díaz Milián, sí
estaba entre los primeros cuatro acusados que tenían orden de
aprehensión, pero no se encontraba el día en que el Ejército
ocupó el pueblo para buscarlos. Después, no quiso abandonar su
comunidad, porque dice que no tiene culpa de nada y no tenía
porqué huir. Fue detenido el 24 de abril de 1999, juzgado por
la emboscada a los Montúfar, y aún espera sentencia.
De
acuerdo con los expedientes judiciales no hubo testigos de la
emboscada en El Pozo que señalen a los vecinos de Monte Grande;
el único sobreviviente, un niño de 6 años, Uriel Balderas
Montúfar, nunca señaló a alguno de los presos.
Por
eso, los tres presos de Monte Grande, desde la cárcel de Coyuca
de Catalán, afirman que los culpan injustamente, porque ellos
no hicieron la emboscada, no hay testigos que los señalen, y
las autoridades dedicadas a la justicia sólo han hecho caso de
lo que dicen los Montúfar, y han aceptado testigos falsos.
Los
tres se consideran presos políticos y de conciencia, porque
explican que están encarcelados porque defendieron la verdad,
porque exigieron justicia, y no se sometieron a una familia
poderosa apoyada por el gobierno.
Custodio
Gomez Salvador, de 76 años, actualmente enfermo de embolia
dentro de la cárcel, dice que lo acusaron porque fue al juzgado
en Chilpancingo a declarar en favor de sus vecinos que tenían
orden de aprehensión, y después porque cuando llegó el juz
con la policía a catear las casas de Monte Grande él le dijo
que los acusados son inocentes.
Aurelio
Díaz Milián dice que lo acusaron para que no reclamara
justicia por el asesinato de su hijo, Raymundo Díaz Gutiérrez,
que no se ha investigado y ahora sospecha que los responsables
son los Montúfar.
Estanislao
Gutiérrez González, cuñado de Aurelio Díaz, dice que a él
lo acusaron de esos asesinatos porque siempre ha sido de oposición
al gobierno, ha sido militante de izquierda desde que existía
el Partido Comunista Mexicano y después del Partido Socialista
Unificado de México y del Partido de la Revolución Democrática.
Los
tres presos de Monte Grande están incluidos en la lista de
presos políticos y de conciencia que elaboraron organizaciones
sociales como el Frente de Organizaciones Democráticas del
Estado de Guerrero (FODEG), para quienes demandan la libertad
por medio de una ley de amnistía.
Custodio
Gómez Salvador: Preso porque dijo la verdad
En
una calurosa celda sin ventanas de no más de 3 metros por 2,
está postrado en la cama de cemento Custodio Gómez Salvador,
de 76 años, enfermo de embolia. Su salud se ha agravado en los
últimos días, como resultado de vivir aquí encerrado más de
cuatro años en este pequeño cuarto con un retrete en el mismo
espacio y sin ventilación, que comparte con otro recluso.
El
dice que está aquí sólo porque fue testigo de que sus vecinos
son inocentes de los homicidios de los Montúfar. “Me tienen
aquí, encerrado, porque declaré la verdad”, afirma.
Después
de la emboscada en El Pozo, el 14 de diciembre de 1997, donde
murieron José Montúfar, su hija Diocelina y su nieto Angel de
Jesús, sin tener ningún testigo, los Montúfar acusaron a
cuatro ciudadanos de Monte Grande, los que después tuvieron
orden de aprehensión.
Don
Custodio Gómez no fue acusado ni tenía orden de aprehensión.
Fue arrestado por efectivos del Ejército el 25 de junio de 1998
en Monte Grande, supuestamente sólo para que señalara donde
vivían los acusados, y de ahí se lo llevaron también
detenido.
Fue
enjuiciado como culpable de la emboscada, y condenado a 38 años
de prisión, sin que hubiera algún testigo en su contra, y sin
que se respetara su derecho a la defensa. “Se presentaron a
declarar 18 testigos a mi favor; no los tomaron en cuenta, me
sentenciaron a 38 años de prisión”, señala.
Actualmente
el Tribunal Superior de Justicia del Estado echó abajo la
sentencia y ordenó la reposición de pruebas que faltaron en el
juicio, que ilegalmente se cerró para sentenciarlo. Su futuro
está pendiente de esas nuevas pruebas, que se han retrasado
porque los testigos del lado de los Montúfar no se habían
presentado o ya no viven en el país.
El
25 de junio de 1998 acabé de sembrar 7 hectáreas de maíz. Veía
que el avión militar andaba como para Tarétaro. Yo andaba
sembrando con dos de mis hijos, los más chicos, traía un rifle
.22. Terminé, echo las cosas al burro y me voy para mi casa. Me
iba a bañar cuando vi pasar el avión.
“Me
dijo mi hijo: En la loma está cayendo mucho gobierno.
“Cayeron
en la orilla del pueblo los soldados, y vinieron caminando por
las calles. Un federal me preguntó: ¿Usted es Custodio Gómez?
–Sí
señor, –le dije.
–Quiero
que nos acompañe.
–De
qué se trata –preguntó mientras me pongo la ropa.
–Es
una investigación.
“En
la misma cuadrilla, el federal me entrega con el judicial. Me
dijo:
–Vas
a ir a enseñar las casas de Aureo, Aurelio, Delfino. Pero antes
vamos a pasar por tu casa para que entregues las armas: cinco
calibre 22, un cuerno de chivo y una súper.
“Enseñé
la casa de Aurelio y Aureo.
“Después
se metieron a mi casa, revolvieron los cajones. No encontraron
nada.
–Entréganos
la súper y el cuerno –decían.
“Tenía
en la pared muchos cuernos de venado, porque yo cazaba. Les dije
que escogieran qué cuerno se querían llevar.
“Después
enseño la casa de Estanislao. Después me llevan y enseño la
casa de Delfino.
“Me
llevaron a donde estaban más soldados y dice un mayor:
–Súbanse,
tan viejos y tan matones.
–Yo
a nadie he matado. Y no me vaya a golpear –le dije.
“Nos
llevaron a Estanislao y a mí. En carros de federales nos
llevaron a Los Pantanos. Ahí nos bajaron, querían fusilarnos.
“Se
supo que los Montúfar dieron 300 mil pesos para que nos
fusilaran”.
De
Los Pantanos, con otros siete detenidos, llevaron a los dos de
Monte Grande al cuartel del 40 Batallón del Ejército, en
ciudad Altamirano, y finalmente, a Custodio y a Estanislao los
presentaron al Ministerio Público, acusados por los Montúfar.
Etalislao
Gutiérrez: Ya sé cómo es el infierno
En
la misma cárcel, otro de los presos de Monte Grande, Estanislao
Gutiérrez González, de 52 años, padre de tres niños, dice:
“Se nos acusa de homicidio, robo y lesiones. Nada es
cierto”.
Explica
cómo comenzó a ser perseguido, a raíz de la emboscada a los
Montúfar, el 14 de diciembre de 1997.
“Estábamos
trabajando en la parcela de Alvaro Casimiro Hernández. Ese día
nos fueron a avisar lo que había sucedido y que nos echaban la
culpa.
“A
las 5 de la tarde el gobierno (Ejército) rondó mi casa
corriendo y cerrojeando las armas. No se metieron, uno llegó al
patio y preguntó por mí. Por eso creímos que sí nos estaban
echando la culpa.
“Después,
los soldados seguían cayendo a buscarnos a Monte Grande. Hubo
dos cateos al pueblo.
“La
idea que teníamos era ampararnos para presentarnos a declarar.
“Mientras,
andabamos escondidos, durmiendo en los arroyos, enterrándonos
en las arenas para que sirvieran de cobija.
“El
24 de enero de 1998 hubo un cateo a Monte Grande y el 25 de
febrero otro.
“El
25 de junio, desde la mañana, rondaban los helicópteros
militares.
“Llevaban
gente en el helicóptero que conocía el terreno. Cayeron los
federales en el llano, se concentraron en el centro de la
cuadrilla. Llevaron a Custodio a mi casa.
“Había
sucedido la emboscada al Ejército en Los Pantanos. Cuando nos
agarran nos llevan a Los Pantanos en una patrulla militar.
“El
jefe de los militares (comandante del 40 Batallón de Infantería,
José Ernesto Lerín Pomposo), me dice: Tan viejos y asesinos.
Yo le reclamé: fíjese lo que dice, le dije.
“Llegó
un señor de Paso de Arena en una camioneta Ford blanca con un
morral de Ixtle, se llama Juan Medrano. Me estaban bajando a la
barranca, y en eso llega mi esposa con otras dos mujeres y mi
hermana. Nos iban a matar, Juan Medrano, llevó en el morral el
dinero que pagaron los Montúfar para matarnos. Pero ya no
pudieron.
“Había
otros detenidos en Los Pantanos, en total nueve, unos de La
Parotita.
“A
Custodio le dieron un rodillazo porque reclamó que un federal
le quitó 30 pesos. Cerrojearon el arma y me la pusieron en la
sien. Me decían: Hijo de tu pinche madre, perro, te vamos a
descargar la pistola en la cabeza. Era tortura psicológica.
“Nos
llevaron amarrados, en el camino al 40 Batallón. Ahí había
otros dos detenidos que venían de El Pinzán Morado.
“Ahí
nos tuvieron detenidos a los 11, en un cuarto cerrado. Estuvimos
una noche. A otro día tempranito nos sacan a bañar. Teníamos
que estar parados. Uno se quería sentar y lo golpearon. Levántate,
perro, le decían, y él lloraba. Ya sé cómo es el infierno,
sentí que me iba a morir.
“Nos
hicieron la prueba de la parafina para ver si habíamos
disparado. Como a las 5 nos entregan a los 11 a la Policía
Judicial”.
Estanislao
está desde entonces en la cárcel, sometido a un juicio que
dice que está totalmente controlado por los Montúfar. Dice que
en el proceso, el juez (Gabriel Jiménez Montiel, que los
sentenció el 30 noviembre de 2000) no tomó en cuenta a los
testigos, y lo condenó a 38 años de prisión.
Entre
las irregularidades en el juicio señala que un peón de los
Montúfar, Eustolio Santana, el único que estaba en la casa
después de la emboscada del 14 de diciembre, y habló con las
personas que entraron a buscar a otros miembros de la familia y
a quemar unas cabañas en El Pozo, eran cinco, prietos, chinos y
vestidos de blanco. No son las características de los presos.
Otro
ejemplo, es que un supuesto testigo, Guadalupe Mojica Maldonado,
aparece a veces como mujer o como hombre.
“Comprobamos
que los jueces están controlados por los Montúfar”, dice
Estanislao Gutiérrez.
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