* Vivían
en la sierra de Petatlán, en la ruta de los ecologistas
Por
casualidad, una mujer y sus dos hijos están acusados de
secuestro
*
En octubre de 2000 estuvieron ocho días incomunicados por
judiciales al mando de Herrera Sánchez que los torturaban con
golpes y bolsas de plástico en la cara * Los hicieron firmar
documentos que involucraban a un supuesto comandante Ramiro del
EPR
Maribel Gutiérrez, Coyuca
de Catalán * Una mujer de 45 años, madre de 10 hijos,
Remedios Alonso Vargas, está en la cárcel de esta ciudad de la
Tierra Caliente, con sus dos hijos mayores, Irineo y Luciano,
muy lejos de la sierra de Petatlán de donde son originarios.
Hace dos años fueron detenidos en una operación policiaca, que
se desarrolló para buscar a un secuestrado, y que por
casualidad paró en su casa, en El Camarón, una de las
comunidades de la ruta de la Organización de Campesinos
Ecologistas de la Sierra de Petatlán y Coyuca de Catalán.
Después
fueron acusados de un secuestro cometido en Tierra Caliente, y a
finales de julio de este año sentenciados a 22 años de prisión.
Cuando
los arrestaron en la sierra, el 24 de octubre de 2000, fueron
torturados durante ocho días. Primero los tuvieron en los
separos de la comandancia de la Policía Judicial del Estado en
Petatlán, después los llevaban a la sierra, amarrados, para
torturarlos y que confesaran dónde estaba el secuestrado, pero
ellos no tenía idea de lo que les preguntaban. Finalmente los
trasladaron a la comandancia de la Policía Judicial en Ciudad
Altamirano, donde, según sus declaraciones, los siguieron
torturando policías judiciales al mando del comandante
Guadalupe Herrera Sánchez, con la participación directa de los
hijos del secuestrado, un taxista de Santa Teresa, Coyuca de
Catalán, Ignacio Camacho Duque.
Cuentan
que un hijo del taxista, Alejandro Camacho, y el tío, Guillermo
Duque Reynosa, los golpeaban en la sierra para que dijeran dónde
tenían al secuestrado. Después de que los tuvieron
incomunicados en Petatlán los trajeron a la comandancia de la
Policía Judicial en Altamirano, y ahí estaba la familia del
taxista.
“Venían
para que nos conocieran. Le dijeron a su mamá: Mamá, ven a ver
a los que tienen a mi papá”, dice Remedios, y recuerda:
“Tantos golpes, cómo íbamos a aguantar, y sin tener niguna
culpa. Estamos vivos de milagro. Somos ajenos totalmente a los
hechos. Nunca hemos hecho un mal a nadie, no nos robamos ni una
ahúja. Yo a mis hijos no los dejaba ir ni a un baile solos. Los
que hicieron el mal han de estar tranquilos, y nosotros que no
hicimos nada estamos aquí”.
Por
medio de torturas, Remedios, Irinero y Luciano fueron obligados
a firmar unas actas con supuestas declaraciones que ellos
desconocían.
Después
se supo que entre otras supuestas confesiones dijeron que el
taxista había sido secuestrado por un grupo armado, el EPR,
encabezado por el comandante Ramiro, que después dijeron que es
Omar Guerrero, el presidente del Comité de Presos Políticos y
de Conciencia de Acapulco.
Remedios
Alonso y Luciano e Irineo Mederos fueron acusados de colaborar
con los secuestradores, que los dos jóvenes les llevaban la
comida para el secuestrado y para quienes lo cuidaban en un
lugar de la sierra y que su mamá preparaba los alimentos.
Los
tres detenidos firmaron cualquier documento, pero nunca dijeron
dónde estaba el secuestrado porque no sabían. Hasta la fecha,
dos años después, no ha sido localizado el taxista de Santa
Teresa.
La
amnistía, una esperanza
Los
días bajo tormento fueron los peores de su vida y por eso, aún
aquí encerrados, creen que es una ventaja estar con vida.
“Estamos vivos de milagro”, dice Irineo, y con esa frase
sintetiza lo que padecieron los tres en la tortura.
Estuvieron
desaparecidos ocho días, en manos de los policías judiciales,
incomunicados de sus familiares y de un abogado que los buscaba
en Petatlán y en Tierra Caliente. Irineo recuerda: “Cinco días,
me ponían la bolsa en la cara para que no respirara. Nos hacían
fierísimo. Yo todavía estoy mal por las torturas, estoy mal de
las costillas”.
Ahora,
van a presentar una demanda de amparo contra la sentencia de 22
años.
También,
tienen la esperanza de que se declare una ley de amnistía que
permita la libertad de los presos de conciencia en las cárceles
de Guerrero.
Remedios
es una mujer de la sierra dedicada por completo a cuidar a sus
10 hijos, y los jóvenes Irineo y Luciano apenas se habían
casado cuando fueron detenidos, y habían comenzado a sembrar
papaya maradol.
No
participaban en algún movimiento político conta el gobierno.
La actividad de la familia en favor de una causa fue en defensa
de los bosques –pero quien participaba más era el esposo de
Remedios, José Mederos, quien también tiene orden de aprehensión,
y un poco sus hijos– con el movimiento ecologista en el que
participó desde su fundación el campesino Rodolfo Montiel, que
en ese año ya era reconocido por Amnistía Internacional y
otras organizaciones de México y otros países como preso de
conciencia.
Remedios
Alonso y sus hijos vivían en el área donde se desarolló la
persecución, con cualquier pretexto, contra los campesinos
ecologistas, y esa represión les tocó a los tres.
Nunca
se imaginaron que los iban a acusar de algo. Por eso no se
escondieron ni huyeron para protegerse cuando más de 60
judiciales, al mando del comandante Guadalupe Herrera Sánchez,
llegaron a su casa en El Camarón el 24 de octubre de 2000.
La
casa de la familia Mederos Alonso está a un lado de la
carretera que sube de Santa Rosa a El Mameyal y Banco Nuevo, la
ruta donde se dio a conocer el movimiento ecologista en 1998. La
construcción es de madera, y está rodeada de un patio que
colinda con la carretera.
Ese
día, andaban en la carretera de la sierra grupos de la Policía
Judicial del Estado de varias comandancias en seis camionetas de
la corporación y dos camiones ganaderos. Se calculan más de 60
efectivos, que iban persiguiendo a un joven que manejaba una
cuatrimoto, que es el transporte más apropiado para los caminos
casi intransitables.
Los
judiciales no lograban alcanzar al joven de la moto, que aumentó
la velocidad cuando se vio perseguido.
Cuando
llegó a El Camarón saltó de la moto y huyó por el monte.
Mientas, el vehículo quedó con el motor en marcha, y cayó al
lado de la carretera de terracería, precisamente en el patio de
la casa de la familia Mederos Alonso.
Ahí
llegaron los judiciales. Cuenta Remedios Alonso que el
comandante judicial que iba al mando, Herrera Sánchez, le
preguntó si tenía hijos. Ella le dijo que sí, que andaban por
el arroyo con unas vacas, y los judiciales se fueron a
buscarlos, y los arrestaron.
Ella
le dijo que fueran tras el joven de la moto, y le indicó por dónde
había escapado, por el río. Pero el judicial no quiso; su
interés era llevarse a cualquier detenido.
Tampoco
había alguna evidencia de que el joven de la moto fuera uno de
los secuestradores; probablemente sólo transitaba por ese
camino cuando se encontró con el convoy policiaco tras él, y
por eso huyó. Además, los judiciales llevaban una bolsa con
ropa del taxista secuestrado, lo que hacía suponer a la familia
que ellos lo tenían.
En
una entrevista el 28 de octubre de ese año, Noelia Mederos
Alonso, hija de Remedios, y su mamá, Caritina Vargas, que
denunciaron que en el cateo ilegal que los judiciales hicieron a
su casa se robaron las alhajas de la familia y dinero de la
cosecha de papaya que les habían pagado un día antes,
informaban que los judiciales bajaron de una camioneta una bolsa
de naylon color azul, y de ahí sacaron ropa, una camisa rosa y
un pantalón azul, y la fueron a dejar en el patio, atrás de la
casa. Piensan que esa ropa era parte de las supuestas pruebas
que inventaron los judiciales para culpar a cualquiera.
El
encierro en que viven en el Centro de Readaptación Social de
Coyuca de Catalán parece menos severo porque pueden estar los
tres juntos, en una cárcel mixta, y porque tienen la esperanza
de que un juez se dé cuenta de su inocencia.
Lamentan
que el juez penal de primera instancia que los sentenció no
haya tomado en cuenta las pruebas que presentaron, y Remedios
dice: “El juez se vendió con los Camacho, porque pensó que
nosotros podíamos hacerles daño a ellos”.
“Nos
están involucrando pero no tenemos ninguna relación, no
sabemos nada de ese secuestro, fue por casualidad que cayó la
moto en frente de la casa, no porque seamos culpables”.
Se
le pregunta si además de la casualidad de la caída de la moto
frente a su casa hay algún motivo para que los repriman, y
responde. “No nos metemos en nada. Ellos, los jóvenes (Irineo
y Luciano), sí participaban en el movimiento en defensa de los
bosques, con la Organización Ecologista”.
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